Encajonados

Acabo de leer en la página de The Guardian una noticia que comienza con el siguiente encabezado: “Diseñadores colombianos preparan camas hospitalarias de cartón que pueden transformarse en ataúdes”. La nota está fechada el miércoles 27 de mayo, está firmada por Joe Parkin Daniels y viene acompañada por un par de fotos donde una persona con tapabocas, yace sobre una gran caja de cartón -que no se ve para nada cómoda-, demostrando así, la resistencia del objeto, que según dicen, puede soportar un peso hasta de 150 kg.

El creador de semejante invento se llama Rodolfo Gómez, y es el fundador de una empresa que diseña y fabrica soportes publicitarios en cartón, llamada AbcDisplays. Gómez cuenta: “Tuvimos que cerrar la empresa por un par de meses, como todo el mundo, hasta que tuvimos esta idea. Cuando vimos lo que estaba pasando en Ecuador, donde los cuerpos se amontonan en las calles, nos dimos cuenta que teníamos que prepararnos de alguna manera”.

Luego, el artículo reseña la escalada de la pandemia en Sur América y señala lo poco preparado que está el sistema de salud colombiano para afrontar una emergencia sanitaria como la actual. Según el corresponsal, en Colombia, un país de casi 50 millones de habitantes, únicamente hay 8.000 camas en las unidades de cuidados intensivos, de nuestras clínicas y hospitales. Gómez, añade que cada cama de cartón cuesta alrededor de unos 400 mil pesos, que se pueden fabricar 3.000 camas al mes, y que la compañía va a donar diez camas a un hospital en Leticia. Ojalá que la humedad no las afecte.

El periodista se pregunta si esta macabra idea, no es ir demasiado lejos; y cierra el artículo, citando a una doctora bogotana, quien asegura que si el número de infectados se sale de control y se llegan a necesitar, con urgencia, camas baratas, esta podría resultar siendo una muy buena idea.

Por supuesto, yo no quiero terminar enfermo en una clínica, en la mitad de un pasillo, sobre una caja de cartón, que puede convertirse en mi ataúd. ¿Acaso, no hay alternativa? ¿Porqué tenemos que conformarnos con el cartón? ¿Porqué no hay una compañía de camas hospitalarias que decida hacer un modelo económico, digno, humano y cómodo, en respuesta a esta emergencia? O mejor, aún, ¿porqué el Gobierno no usa el dinero de los contribuyentes, en beneficio de los mismos, creando centros de atención de emergencia con UCIs bien dotadas?

Según parece, en Colombia, nadie ayuda a nadie (y menos el Gobierno). Mejor dicho, cada quien se ayuda como puede, tratando, incluso, de capitalizar la desgracia ajena. Eso es lo que hace Gómez, y por eso, su caso es un buen ejemplo de la tan sonada Economía Naranja, ese modelo económico propuesto durante la presidencia de Iván Duque (que no es otra cosa que la economía neoliberal, con un nombre cítrico y colorido), que impulsa a hacer industria, a hacer empresa, como sea. Dicho modelo neoliberal de todos contra todos, compitiendo en un mercado abierto, salvaje e inequitativo, nace en el Primer Mundo, y alimenta la matriz de poder “eurocéntrica, blanca, instrumental, individualista, desencantada, y patriarcal”, que nos ha sido impuesta desde la colonia, y que hasta hace unas décadas era sostenida por el cristianismo, según lo señala el semiólogo argentino Walter Mignolo. Es decir, es un sistema diseñado para hacer al rico más rico, y al pobre más pobre; culpando, de paso, al pobre por su fracaso.

Pero, además, esa economía neoliberal, hipercapitalista, hiperconsumista, es la que está arrasando al país (y a gran parte del planeta), a punta de extractivismo, con la clase política corrupta, vendiendo al mejor postor nuestros recursos; dejándonos, de recuerdo, un hueco tóxico. Por eso, un territorio tan rico como Colombia, es un país tan pobre.

De cierta forma, hay que agradecer a Rodolfo Gómez; pues su atrevida idea, deja al descubierto lo que no podemos, o no queremos ver, y que países como el Reino Unido (The Guardian es un medio informativo británico) sí tienen claro. Nuestro diseñador, al construir camas/ataúdes de cartón, está subrayando lo que somos, y lo que el Primer Mundo (con la venia de nuestra clase dirigente) quiere que sigamos siendo: una banana republic, un país encajonado entre el realismo mágico y la miseria, entre la inestabilidad y la corrupción, con una democracia de cartón, con un sistema de salud de cartón, con ciudadanos con vidas de cartón, con anhelos de cartón… y con muertes de cartón.

Bogotá, 29 de mayo de 2020.